Un chico de Madrid salía con una chica catalana y quería casarse con ella. Para esto tenia que pedirle permiso al padre. Al ir a la casa de ella, el padre le explicó:
– Nosotrus somus catalans de pura sepa y tenimus una manera peculiar de haser las cosas; si te quieres casar con mi hija tendrás que pasar una prueba. Toma aquesta mansana y mañana vuelves.
El madrileño, alucinado, salió con la manzana de la casa. Al día siguiente volvió a la casa a ver al padre.
– Muy bien –dijo el padre– ¿qué hisiste con la mansana?
– Pues me la comí, tenia hambre –respondió el chico.
A lo que el padre le replicó:
– ¿Ves? Muy malament. Nosotrus los catalans pelamos la mansana y con su piel hasemos un licor buenísimo; llavors partimos la mansana en dos, una mitad se la damos a los pobres y la altra la compartimos con nuestra familia y después la mitad de las semillas las vendemos en el mercado y la altra mitad, cuando tenimos mas, las plantamos. ¿Te das cuenta como somus? Bueno, para que veas, te daré otra oportunidad: toma este chorisu y vuelve mañana.
El madrileño se fue un tanto mosqueado y volvió al día siguiente.
– Muy bien, –dijo el padre– ¿qué hisiste con el chorisu?
– Bien, con la cuerda, me hice unos cordones para mis zapatos. Con la chapita, hice un colgante para su hija. Luego, partí el chorizo por la mitad; una de ellas la corté en rodajas y la repartí entre los pobres y la otra la compartí con mi familia.
– Muy bien, muy bien. –dijo el padre– ¿Y qué hiciste con la piel?
– Con la piel, me fabriqué un condón, me tiré a su hija, y aquí le traigo la leche para que se haga un capuchino.