Envejecer es el único medio de vivir mucho tiempo.
La edad madura es aquella en la cual se es todavía joven, pero con mucho más esfuerzo.
De mis disparates de juventud, lo que me da más pena, no es el haberlos cometido, sino el no poder volver a cometerlos.
Envejecer es pasar de la pasión a la compasión.
Muchas personas no cumplen los ochenta porque intentan durante demasiado tiempo quedarse en los cuarenta.
A los veinte años reina la voluntad, a los treinta el espíritu, a los cuarenta el juicio.
El que no es bello a los veinte, ni fuerte a los treinta, ni rico a los cuarenta, ni sabio a los cincuenta, nunca será ni bello, ni fuerte, ni rico, ni sabio.
Es verdad que cuando se pasa de los sesenta, son muy pocas las cosas que nos parecen disparates.
Los jóvenes piensan que los viejos son tontos; los viejos saben que los jóvenes lo son.
La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño.
Nada va más deprisa que los años.
Cuando era joven decía: “ya verás cuando tenga cincuenta años”. Tengo cincuenta años y no he visto nada.
En los ojos del joven, arde la llama; en los ojos del viejo, brilla la luz.
La iniciativa de la juventud vale tanto como la experiencia de los viejos.
Siempre hay un niño en todos los hombres.
A cada edad le cae bien una conducta diferente.
Los jóvenes van en grupo, los adultos en parejas, y los viejos van solos.
Feliz el que fue joven en su juventud, y feliz el que fue sabio en su vejez.
Todos deseamos llegar a viejos, y todos negamos que hemos llegado.
Esto de los años, yo no lo entiendo; que aunque es bueno cumplirlos, no lo es tenerlos.