Categoría: Putadas
La venganza
Un día, Manolo fue a cazar osos. Al encontrarse con un pequeño oso de color marrón, le disparó.
Entonces, sintió un golpecito sobre su hombro y, al darse la vuelta, vio un gran oso negro que le dijo:
Tienes dos opciones: o te doy zarpazos hasta la muerte o dejas que copule contigo.
Manolo decidió agacharse.
Aunque se sintió dolorido dos semanas, rápidamente se recuperó; juró venganza e inició otro viaje para encontrar al oso negro.
Cuando por fin lo encontró, le disparó.
Entonces, sintió de nuevo otro golpecito en el hombro. Esta vez era un enorme oso gris, más grande aún que el oso negro, que le habló y le dijo:
Lo que has hecho te va a doler, pero tienes dos opciones: o te doy zarpazos hasta la muerte o dejas que copule contigo.
Nuevamente, Manolo se agachó.
Pasaron muchos meses hasta que Manolo logró recuperarse del todo. Ultrajado, se dirigió de nuevo al bosque con una sola meta: ¡venganza!
Cuando logró encontrar al oso gris, apuntó, disparó y…
…de nuevo sintió un golpecito en el hombro.
Cuando Manolo se giró, vio a un gigantesco oso polar que, mirándolo fijamente, le dijo:
Admítelo, Manolo. Tú no vienes a cazar.
Moraleja:
Los vengativos se vuelven maricones.
Está un señor con su doctor, que es el mismo de su esposa, y le dice: —Creo que mi esposa se está quedando sorda.
Y el doctor le contesta: —Hágale una prueba hoy en su casa; si persiste, venga a verme.
Y así lo hizo. A la hora de merendar, va y se para a tres metros de su esposa y le pregunta: —¿Qué hay de cenar?
Pero la mujer no responde. Después va y se para a dos metros y de nuevo le pregunta: —Mi amor, ¿qué hay de cenar?
Y, otra vez, no hay respuesta. El hombre se para a un metro y, nuevamente, le hace la pregunta y no pasa nada. Harto, se para atrás de ella y le dice gritando: —¿Qué hay para la cena, linda?
Y la mujer le responde: —¡Por cuarta vez te lo digo! ¡POLLO!
Uno de humor negro
Sale un borracho de un bar, arrastrándose por el suelo. Va por la calle y sigue arrastrándose. Cuando llega a casa se arrastra por el pasillo. Entra en su habitación y se arrastra hasta su cama. Se acuesta como puede y se duerme enseguida. A la mañana siguiente, su mujer le dice:
—¡Vaya borrachera la de ayer!
—¿Yo? No…
—No lo niegues. Acaban de llamar del bar diciendo que te olvidaste la silla de ruedas.
Hoy he despedido a mi becario.
¿Que por qué he despedido hoy a mi becario?
Veréis: Era mi 37º cumpleaños, mi humor no esta muy bien que digamos.
Esta mañana, al despertarme, me dirigí a la cocina para tomar una taza de café, a la espera de que mi marido me dijese: «Feliz cumpleaños, querida.»
Pero él no me dijo ni buenos días… Y me dije a mi misma: «¿Es ese el hombre que yo me merezco?»
Pero continúe imaginando: «Los niños seguro que se acordarán.»
Y, cuando llegaron a desayunar, tampoco dijeron ni una palabra.
Así, salí de casa bastante desanimada, pero me sentí un poco mejor cuando entré en mi oficina y mi becario me dijo: —Buenos días, Sra. Pérez, ¡Feliz cumpleaños!
Finalmente, alguien se había acordado… Trabajamos hasta el mediodía, cuando mi becario entró en mi despacho, diciendo: —Sabe, Sra. Pérez… hace un hermoso día y, ya que es el día de su cumpleaños, podíamos almorzar juntos, solos usted y yo.
Acepté, y fuimos a un lugar bastante reservado. Nos divertimos mucho, y en el camino de vuelta, él propuso: —Con este día tan bonito, creo que no deberíamos volver a la oficina. Vamos hasta mi apartamento, y allí podemos tomar una copa.
Fuimos entonces para su apartamento, y, mientras yo saboreaba un Martini, él dijo: —Si no le importa voy un momento hasta mi cuarto a ponerme una ropa un poco más cómoda.
—Está bien, como quieras —respondí—.
Pasados cinco minutos, más o menos, él salió del cuarto con una tarta enorme, seguido por mi marido, mis hijos, mis amigos y todo el personal de la oficina. Y todos cantando: «¡Cumpleaños Feliz…!»
¡Y allí estaba yo, desnuda, sin sujetador, ni bragas, echada en el sofá del salón…!